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HERMANDAD BOLIVARIANA: A RITMO DE MUSICA

Jóvenes venezolanos, los aportes del éxodo Por: Francisco Zapata Fotografía Gevanny Tabón

“En Colombia nos sentimos invisibles”, es la declaración de uno de los más de novecientos mil venezolanos que han llegado en éxodo a Colombia huyendo de la arrolladora crisis económica, social y política que se vive nuestro hermano país. Pero como lo ilustra en una de sus entregas especiales el diario bogotano El Tiempo, no hay que olvidar a los que sí están muy bien visibilizados por cuenta del hacinamiento que viven en cárceles de ciudades como Cúcuta, por cuenta de los presuntos delitos en los que están siendo vinculados.

Pero el tema de nuestra crónica es mucho más amable, por cuenta del talento que también llega a borbotones como cara amable de la situación crítica de nuestros hermanos. Para prueba este caso que referenciamos con jóvenes músicos asociados con los ritmos urbanos, y exponentes de la costa atlántica colombiana, y también de Medellín que se vienen integrando en un renacer de la cultura binacional.

Mientras cazábamos notas agradables para nuestra sección “La Calle Lo Dice”, nos encontramos con el grupo La Causa en pleno centro comercial aventura de la calle Barranquilla con avenida Ferrocarril de la capital antioqueña. Allí estaban con sus rostros cansados y su espíritu aventurero, mientras arreciaba la violenta tempestad de ese sábado. Los observé por un instante, se abrazaban a sus guitarras y susurraban sus canciones entre rap, pop, y otras creaciones. Aborde al primero, Daniel Chirinos de la Paraguaná venezolana, la de Chaves y de Maduro. Su mirada vivaz, su sombrero tan propio de los chepitos de los 80s, y su carisma caribeño compartiendo a sus veintidós años su amor por el canto y la guitarra, y su parca declaración: “Deje en mi patria a mis tres hermanos y a mi madre, para tener la dicha de ser autentico, encontrar la solidaridad y el aplauso en los buses de esta ciudad excelente”. Seguidamente, su paisano Edidaniel Vargas, con 19 años de edad, el excepcional dominio de su guitarra que parecía integrase a todo su ser, como quien se amarra a un salvavidas. Sus palabras seguras y firmes reflejaban la personalidad de un viejo, y las risas que desató al definir a Maduro como inmaduro, su mirada perdida en el horizonte con aquellas palabras tristes: “Los venezolanos somos unos guerreros, la fe es mi mejor calificación de Colombia, y para mí la vida es la única oportunidad”.

En la hermandad bolivariana, tal vez la que siempre sueño Bolívar y vislumbró muy temprano como toda una frustración, nuestros jóvenes la han sabido poner en práctica mejor que los gobernantes. Es el caso del joven cantante barranquillero Heyder Correa, guitarrista y vocalista de veintisiete años con madera fresca de compositor, el mismo que define la calle como la innovadora academia porque según él: “Permite escribir para el hoy, con el sentimiento del ayer”. Y desde luego, no podría faltar la cuota paisa con el más filosofo de la vida, David Barrada de veintiséis años, padre de familia y apasionado por la música sin fronteras: “Las vivencias de la calle, contribuyen a construir nuevas expresiones musicales, en especial el reggae, dance, pop, playero, rap, tropipop, balada, blues”.

Impactante encontrar generación actual que sin hablar denuncia, sin poder convence. El caso de David Barrada, su rostro socrático, madurado a los trancazos por esta sociedad indolente que solo piensa y come pavimento. El David de la esperanza y la desesperanza como la cara y sello de la moneda, que hace rato se sumergió en la música sin esperar vivir de ella, pues solo espera encontrar toneladas de diversidad, sueños y experiencias. FZV17

“En Colombia nos sentimos invisibles”, es la declaración de uno de los más de novecientos mil venezolanos que han llegado en éxodo a Colombia huyendo de la arrolladora crisis económica, social y política que se vive nuestro hermano país. Pero como lo ilustra en una de sus entregas especiales el diario bogotano El Tiempo, no hay que olvidar a los que sí están muy bien visibilizados por cuenta del hacinamiento que viven en cárceles de ciudades como Cúcuta, por cuenta de los presuntos delitos en los que están siendo vinculados.