Así comenzó todo: Con la excusa de visitar al tío Alejandro Núñez, que por aquel entonces vivía en el caserío
de Santa Margarita, a pocas leguas de la cabecera del corregimiento de El Bagre, y con apenas 10 años
cumplidos, salió de su natal Talaigua Nuevo, el mismo lugar en donde nació Pedro Agustín Beltrán Castro, más
conocido como Pedro “Ramayá” Beltrán, aquel prominente cultor de la cumbia interpretada con la flauta de
millo, en la que se inventó canciones ya olvidadas como El mico ojón pelú, La Estera, El caballo Chovengo,
entre otras. Se trata de un pueblo incrustado en la famosa depresión momposina, en donde comparte límites
en la misma isla con Mompóx, Cicuco y Magangué, bañado por uno de los dos brazos formados por el río
Grande de la Magdalena y que le dio el nombre del brazo de Loba, formado por el caprichoso recorrido que
hace por este sitio en el departamento de Bolívar. De suerte que para salir de allí no tenía más opción sino de
la embarcarse en una de las tantas lanchas cubrían la ruta, con los nombres de La Providencia, La Rebeca,
Teresita o Gilma.
Su primera estadía en El Bagre fue corta, ya que no tuvo las oportunidades esperadas, razón por la cual su
nuevo destino fue la ciudad de Barranquilla, en donde lo mismo ofrecía en venta en las calles un paquete de
cigarrillos o despachada desde una tienda, mientras que asistía a las clases nocturnas en el colegio Marceliano
Corbacho, en cuyas aulas aprendió algo de Comercio y con esos conocimientos se ganó la confianza de Arturo
Flórez y su señora Lesbia, a la vez propietarios del local # 28 con un estipendio mensual de $30 pesos de la
época. Como cualquier gitano y esta vez haciéndole el quite a la obligación que tenían los jóvenes para
prestar el servicio militar, se la jugó por su natal Talaigua, donde no había mucho que hacer, así que su
destino estaba marcado desde siempre por la Rosa de los Vientos que lo llevó de nuevo a El Bagre.
Ya era el año de 1957 cuando alguien lo conectó con Mr. Vanasel, en los tiempos en que la empresa Pato
Consolidated Gold Dregding Ltda, era gerenciada por el señor Benjamín Barraza, de amplia recordación, y en
los primeros días del mes de septiembre fue llamado a ocupar el cargo de Cajero en el Comisariato de la
empresa, que desde entonces fue conocido como la Tienda, de donde se surtían los trabajadores de un
sinnúmero de productos de primera necesidad con el uso de un pequeño artilugio de cartulina llamado el
“cartón” que servía para lograr ser atendido en un riguroso orden luego de haberlo metido a una caja
instalada en una de las ventanas del negocio, en el bello horario de la madrugada, cuando en el pueblo se
podía pescar de noche.
Por su trabajo le cancelaban la suma de $560 pesos al mes y pudo haberse mantenido en el cargo mucho más
tiempo de no haber estallado la gran huelga de 1963 que mantuvo en jaque a la empresa por 101 días hasta
cuando el gobierno dio la orden, no solo de acabar con el cese de actividades, sino con el permiso de despedir
a los trabajadores: salieron 101 y él fue el 101 pero no por temas sindicales, sino por estar de sopero y en el
lugar equivocado. Resultó ser que ese último día de la huelga se presentó una marcha por las calles del
pueblo y se acercó a la misma en momentos en que intervenían los agentes del orden, de modo que se bajó de
su bicicleta, la dejó en el sitio con el fin de rescatarla al día siguiente, y al tratar de hacerlo ya estaba en
poder de la empresa, razón por la cual lo incluyeron en el registro de los huelguistas y salió de la nómina de la
compañía.
Pero no todo fueron contrariedades, pues para la época ya se había unido en matrimonio con doña Marina
Pulido, nacida en El Bagre y bautizada en Caimito, Sucre, en una fecha que es de por sí llamativa pues su
casamiento se produjo en las vísperas de las fiestas de la Virgen del Carmen, el 15 de julio de 1961. De esa
unión, como dicen las páginas sociales, nacieron Marta Ligia, Efrén y Olga.
Entonces regresé a Talaigua con los $600 pesos que me pagó la empresa y llegué a trabajar en Gas Natural
Colombia como asistente del Jefe de Estación con la tarea de despachar el gas a Barranquilla y Soledad y
por la amplia gama de oficios que empecé a hacer me volví un todero en ese entonces. Como te dije, me
casé con Marina, una enfermera del Servicio Seccional de Salud de Antioquia y en el 68 decidí regresar a El
Bagre a tratar de recuperar lo que había sembrado desde el 57, y te hablo de amigos de trabajo y del
fútbol. Allí, con el doctor César Augusto Arteta Consuegra y su compadre Hernán Córdoba Aguilar,
impulsamos la creación de un equipo de niños de no más de 12 años de edad, para ver si les transmitía lo
que aprendí como volante de contención y todos los domingos hacíamos partidos en la cancha de Pueblo
Nuevo y eso era todo un espectáculo que hasta el mismo gerente de la compañía bajaba de su nido en el
Alto para ver los encuentros en la cancha de Pueblo Nuevo. Es que era una dicha ver jugar a Miguel
Navarro, Emilio Oliva, Emiro Corcho, y a los hermanos Leonel “guambi”, Rolando y Oscar Prado; a Peluca
en la defensa y a un muchacho Barranquilla y a William Contreras, sabíamos que habría cosecha. En el
otro lado estaban Oscar Esnel “Chita” Asprilla y Fernán Martínez, de los que me acuerdo y en el 59 fuimos
los primeros campeones. Todo eso fue gracias a los aportes de amigos del comercio, de la compañía
minera, de un señor Lenis, de Chico y Vicente Knigth y de Horacio Zapata, verdaderos entusiastas del
fútbol.
Fue por esa época cuando conoció a la señora Ana Celia Moore de Melo, un personaje de la vida bagreña
que le haría dar un verdadero vuelco a su trajinada vida por que fue por ella que se convirtió en el pionero
del transporte público como conductor de un jeep Willis de la plaza y de un pequeño camión de carga,
siendo el primero para los pasajeros desde la cabecera hasta la quebrada Villa y la Empresa; solo que el
segundo no dio resultado por la escasa demanda. Y así pasó, entre su equipo de fútbol, sus amigos, su
familia, hasta que el cura Flavio Calle Zapata le habló sobre la posibilidad de un trabajo en el IDEMA, que
estaba a punto de abrir una agencia en El Bagre.- Hasta entonces nadie había oído hablar del Instituto de
Mercadeo Agropecuario, porque era el año 1972 y esta era una creación del entonces presidente Carlos
Lleras Restrepo, que tenía como tarea ser un regulador de los precios de los productos de mayor consumo y
por eso se presentó a su agencia en Medellín, mejor dicho, en Itagüí, para que le revisaran su pasado
laboral y académico.
El Idema era un referente comercial para el próspero corregimiento de El Bagre. Dentro de las cosas
buenas que me trajo el cargo fue que me pusieron su nombre como mi apellido y entonces en adelante fui
Toñoidema. Pero así como atendía las obligaciones y el fútbol, me dolía no poder viajar con el equipo a sus
presentaciones en las finales, por ejemplo, y me tocaba delegar las funciones a otro; pero una vez, cuando
tuvimos una final en Medellín, nada menos que en el Atanasio Girardot para enfrentar a Urrao, no lo pensé
dos veces y me fui con ellos; ganamos 3 a 1 y la vaina se enredó porque era domingo y yo tenía que estar en
El Bagre el lunes a primera hora para abrir la despensa.
Pues bien, me fui para el aeropuerto Olaya Herrera y con el que me encontré fue con nadie menos que con
un supervisor del Idema que al verme corrió a preguntarme: ¿Oviedo, usted qué hace aquí? Y le dije, voy
para El Bagre. El tipo volvió a preguntarme: ¿Oviedo, usted qué hace aquí? Y como le dije lo mismo
entonces me la cambió y dijo que si ya tenía cupo y la vaina fue que viajamos juntos en el mismo vuelo.
Al llegar y como yo cargaba con las llaves del negocio me fui directo para allá mientras él buscaba un hotel
donde bajarse y a las dos horas se presentó y me ordenó entregarle las llaves de la caja fuerte y que cerrara
las puertas, razón por la cual los clientes se enojaron y me tocó explicar que teníamos inventario. Hicimos
el arqueo de caja respectivo, faltaba un centavo y revisamos muchas veces las cuentas, hasta que en la
tirilla de la calculadora apareció el dichoso centavo, pero nada que el tipo me decía algo del puesto.
Cuando íbamos camino al restaurante para almorzar, la gente no paraba de saludarme: ¡hola, Toño! ¡hola,
Toño! y el personaje solo atinó a resaltar el aprecio que me tenían y me dijo que siguiera con el empleo.
Allí estuve 13 años, tiempo en que tomé parte activa de muchas gestiones en las que me involucré porque
esa gente era de mucho empuje para buscar las cosas que le faltaban al pueblo para su desarrollo, de allí
que fui el primero en estampar la firma en el documento que se levantó para recoger el apoyo en busca de
la municipalidad desde finales de 1978 y comienzos de 1979.
Desde que me alejé de El Bagre tengo por costumbre ir cada año, a pesar de que en Talaigua tengo familia y
hace rato que no los visito y ahora estoy pendiente porque se les dio la calentura de cambiarle el nombre
por el de San Roque de Talaigua para la fiesta del 16 de agosto. Un paréntesis para decir lo siguiente.- No
sé si es más famoso San Roque o su perro cuando me contaron la siguiente historia: Resulta que por los
tiempos de Roque ocurrió la devastadora peste negra que asoló Europa, igual como nos pasa en la
actualidad con el bicho de la COVID 19. Cuentan que llegó a contagiarse de esa enfermedad, por lo cual
decidió aislarse en una cueva para no poner en peligro a nadie. Entonces un perro empezó a ir a su cueva
con un pedazo de pan para proveerlo, ayudándolo a superar la enfermedad y finalmente curarse. El perro
de San Roque se convirtió así en protagonista de varias historias y canciones infantiles en donde se indica
que él mismo ha perdido su rabo. Es famosa una canción que comienza con la siguiente estrofa: “El perro
de San Roque no tiene rabo, porque Ramón Ramírez se lo ha cortado”. Esto porque unos siglos después de la
muerte de San Roque, en una nueva epidemia ocasionada por otra peste, un curandero ofrecía un remedio
que tenía entre sus ingredientes la ralladura de la estatua del perro de San Roque, lo que llevó a que
desapareciera el rabo del perro de aquella imagen. Para los que tienen la dicha de pegarse un viajecito,
digamos que la estatua es una obra de Víctor Quintanilla y permanece en la glorieta de Cuatro Vientos, en
la entrada este de la ciudad de Cádiz, en España, instalada allí desde 1998.- Cerremos el paréntesis.
Antes de despedirnos para estas notas me dijo que: Los jugadores de El Bagre son talentosos desde la cuna;
las escuelas de fútbol, como negocio, son un desastre porque marginan a los que no tienen cómo pagar la
estadía; y meto la cucharada para decir que los buenos futbolistas son como los pianistas virtuosos que
tocan piano sin que nadie les enseñe. Es más, dijo, por allá hubo un equipo que ganaba solo cuando jugaba
sin guayos. Al principio de esta historia conté que Eliumen Antonio Oviedo Parias llegó a nuestra región
cuando apenas tenía 10 años de edad y ahora que me lo volví a encontrar en su casa de Medellín para hacer
estas memorias, observé que sigue feliz en compañía de su eterna doña Marina, y tengo la certeza de que
Toño cogió el camino de la alegría para hacerle trastadas al destino y de ese modo no envejecer nunca. CRP
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