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Por: Álvaro Ochoa Morales *

SOLIDARIDAD

La generosidad de mi colega, amigo y buen vecino Francisco Zapata Vanegas, me ha traído a esta casa donde además de buen aire se respiran notas musicales con “Sabor de Cumbia”.

Muy buenas tardes maestro Jairo Grisales, nuestro anfitrión. Muy buenas tardes doctor Francisco Zapata Vanegas, organizador del evento. Muy buenas tardes doctor Alberto Piedrahita Muñoz, antioqueño modelo. Muy buenas tardes a todos los demás asistentes.

Me ha dicho mi amigo y colega organizador de la instalación del Núcleo Vecinal de Manrique, que es el presente evento, que me van a dar un reconocimiento escrito como Megavecino. La verdad que sí soy un vecino y que desde mi niñez, hace ya más de 60 años, cuando en 1963 nos trajo nuestro padre a vivir a Medellín, he estado vinculado a este sector, los primeros meses en el barrio de La Salle, los siguientes años en el barrio de Las Granjas, donde llegué a ser Presidente, Secretario y Revisor Fiscal de la Junta de Acción Comunal de ese barrio, que fue precisamente la primera junta de acción comunal que existió en Medellín. Y, desde 1980 en estas calles gardelianas.

Pero eso de Megavecino, me queda grande, tan grande como la prodigalidad del doctor Zapata Vanegas, quien me recomendó. Y aprovecho para contarles que la palabra prodigalidad no significa nada malo, por lo que nos da a entender la parábola evangélica del hijo pródigo. Pródigo es una persona muy generosa, muy “amplia” como decimos en Antioquia. El de la parábola se le llama así, no por ser un hijo ingrato, sino porque se gastó la fortuna que su padre le había entregado, complaciendo a sus amistades.

Y me ha pedido el doctor Zapata que escriba unas palabritas sobre la solidaridad que, como ser pródigo no es malo, solidaridad tampoco es, propiamente, un sindicato que existió en Polonia a fines del siglo XX que llevó a la presidencia de su país a su líder Lech Walesa.

La solidaridad es un valor, un gran valor, indudablemente. Y es el valor que ha permitido la sobrevivencia humana. Desde luego que no es un valor exclusivamente humano como son, por ejemplo, la escritura o el dinero, pues es tan valioso que nuestro Creador lo puso en todos los seres animados y, he llegado a pensar que incluso los árboles y las piedras también son solidarios.

Me disculpan pero no me siento en capacidad de hablar de la solidaridad orgánica propia de las sociedades modernas, de que habla Durkheim, cuando se refiere a que la cohesión social se obtiene a base de intensificar los vínculos sociales y el sentido inclusivo de pertenencia, en la que la solidaridad espontánea e institucionalizada son necesarias para evitar la desintegración social. Gracias a esa solidaridad, hemos podido sobrevivir a las peores catástrofes, en las que se siente de inmediato la redondez del planeta, pues lo que se siente, por ejemplo, en Colombia repercute en Asia o en África y casi de inmediato llegan apoyos de toda índole.

Solo me referiré, y eso tangencialmente, a la solidaridad entre nosotros, a la solidaridad local e, incluso, a la individual, como cuando le regalo un libro a un estudiante o le compro una yuca al campesino que la produce o una libra de arroz en la tienda del vecino.

Esa solidaridad individual es la que nos hace buenos vecinos y también nos permite conocer a los buenos vecinos.

Es aquella que nos permite proyectarnos en las ciudades para que le gente pueda decir, por ejemplo, como dicen de Manrique: es un buen vividero.

Por que en nuestro barrio hay un buen vecindario, solidario. Es un barrio donde los negocios funcionan y en ellos hay la alegría de la presencia de muchos clientes. Es un barrio donde si bien aun vemos gente que arroja basuras a las calles, también tenemos vecinos que se preocupan por ver limpios los frentes de sus casas y recogen las basuras que ellos no han arrojado.

Es un barrio que si bien sufre la indisciplina de muchísimos motociclistas en la vía exclusiva de Metroplús, la solidaridad vecinal ha permitido que el sistema de transporte oficial funcione con regularidad. Y también hasta se ve una solidaridad para lo malo, ya que cuando a las autoridades municipales se les ocurre la buena idea de hacer controles a esta vía, también hay vecinos avisándole a los motociclistas imprudentes que cambien de camino pues dos o tres cuadras más adelante hay un retén del Tránsito y de la Policía reteniendo motos.

Es un barrio donde los vecinos se conocen y se saludan y, hasta se comparten comidas especiales, como cuando alguien hace tamales y les pasa “la pruebita” a sus vecinos más cercanos. O en diciembre hacen pesebres y comparten la alegría navideña con novenas comunitarias y regalos para los niños. Eso es solidaridad.

Y donde tenemos sitios de encuentro que son orgullo para nosotros, como la Casa Gardeliana o el Café Alaska, citando solo dos de ellos. Tengo un amigo y vecino, don Javier Manrique, que me dice sentirse orgulloso de su apellido y es modelo de sentido de pertenencia por el barrio.

Parafraseando las famosas cédulas castellanas de tiempos coloniales, yo digo orgulloso que vivo en Manrique, en el “muy noble, muy hidalgo y muy leal barrio de Manrique”.

Muchas gracias.

* Reconocido abogado con especialidades en diversas áreas del derecho, amplia experiencia en docencia universitaria. Exsecretario General de la Universidad Autónoma Latinoamericana.

Escuela del Buen Vecino es la columna dedicada a registrar el aporte de los librepensadores en torno a la filosofía vecinal universal. Nuestras producciones están protegidas por derechos de autor, no está autorizada la reproducirse por ningún medio sin autorización expresa de la línea Editorial www.forochat.com.co

El doctor Álvaro Ochoa Morales nos amplia el panorama de la solidaridad, usualmente entendida como la adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros. Imagen cortesía Facebook