"No puede en ningún momento pensarse en la desaparición de las Fuerzas Militares; estas
son, por evidencia histórica y por mandato constitucional, una institución que es pilar en la
defensa de los derechos y garantía de la preservación de la Constitución. A tal punto, que
todos los ciudadanos estamos llamados a tomar las armas, cuando las necesidades
públicas así lo determinen (Artículo 216 C.P.). "
JUAN DIEGO BARRERA ARIAS
Abogado Universidad de Antioquia
Barrera Arias Abogados & Asesores
[email protected]
Y es que la luz de la democracia y de las instituciones, las investigaciones de todos los
entes encargados del Estado, deben de proceder con celeridad e independencia, con la
finalidad de establecer la realidad de los hechos, la imputación de responsabilidades, las
sanciones a los culpables y la vigencia y protección de las instituciones constitucionales,
esto último, pilar importante para la legitimidad de cualquier actuar de poder.
Los últimos hechos violentos del país, derivados de masacres y homicidios por acciones
de personal uniformado de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, ha tornado en una
politización de los hechos, politización que polariza, que genera violencia y diluye el
verdadero debate que debe permear estos hechos en el entorno del debate democrático
que debe darse a tan graves hechos y la actuación del Estado.
De un lado y de una postura oficial, se ha tomado una actitud defensiva, actitud que
genera en primer lugar una posición intransigente ante la realidad y gravidez de la
situación que está aconteciendo y seguidamente genera el desconocimiento de los fallos
que se presentan por pate de algunos miembros que hacen parte de las filas de las
Fuerzas Militares y de la Policía Nacional. Por otra parte, la postura opositora es una
actitud beligerante, incendiaria y condenatoria, lo cual permite entender su
desconocimiento de la importancia de las instituciones, dado que en primer lugar no
puede pretenderse la destrucción de las instituciones para salvaguardarlas y peor aún,
para sacar réditos políticos (igual que algunos miembros del Gobierno Nacional) y
segundo, olvidan que toda actuación se encuentra sujeta al debido proceso el cual
establecerá las responsabilidades de los actores y en particular de proteger las
instituciones, que si bien requieren reformas, deben estar al margen de cualquier ánimo
político electoral.
Las Fuerzas Militares, se encuentran en un nuevo escenario derivado del Tratado de Paz
firmado por el Gobierno de Juan Manuel Santos Calderón y el grupo terrorista de las
farc. Sea cual sea la posición sobre el acuerdo de paz firmado, no puede negarse que
la lógica de las Fuerzas Militares ha tenido que dar un viraje, dado que no puede, bajo la
concepción anterior, tener el objetivo común de la lucha contra el terrorismo farciano. Si
bien, quedan existentes las tropas de este grupo que no se han apegado al acuerdo, y los
demás grupos terroristas como lo son el eln y los grupos narcoterroristas llamados
gaos en la nueva narrativa militar, no puede olvidarse que el imaginario de las farc era
el principal hito y objetivo de lucha de las fuerzas del orden del Estado. De allí, que debe
de iniciarse un proceso de renovación del hito fundacional de las Fuerzas Militares, la cual
se circunscriba a la búsqueda de la integridad del orden constitucional (Artículo 217 C.P.).
Este cambio de imaginario, es vital para la generación de una defensa de la democracia
derivada de la constitución; si estamos ante una Fuerzas Militares que tienen
conocimiento de la Constitución que defienden, ello es el primer control para sus
actuaciones se circunscriban a los lineamientos establecidos en la misma; así que
protegen la constitución y al tiempo se defiende. Es claro, que no puede tomarse una
pedagogía de la Constitución en las filas castrenses como una disminución de su
capacidad armamentista, sino que será esta pedagogía la que generará un uso legal de la
autoridad (que nunca se debe de negociar) y legítimo de la fuerza, cuando a ello deba de
recurrirse.