Me siento profundamente católico, y procuro estar en comunión con la máxima autoridad de mi Santa Iglesia Católica y Apostólica de Roma, es decir, con el papa, cualquiera que él sea, y creo, además, que prácticamente todos los papas que ha habido en los dos (2) últimos siglos, y quizá más, han sido magníficos pastores del pueblo de Dios, y una bendición para mi Iglesia. El papa León XIII formuló la encíclica Rerum novarum sobre justicia social y derechos de los obreros; el papa Pío XII hizo frente al totalitarismo nazi, llegando incluso a conspirar para matar al genocida de Adolfo Hitler; los papas San Juan XXIII y el beato Pablo VI, renovaron la Iglesia a través del Concilio Vaticano II; el papa San Juan Pablo II fue un embajador de la paz y actor clave en el desmonte del Comunismo en la Unión Soviética y Europa Oriental; al paso que nuestro papa Francisco viene consiguiendo que la Iglesia Católica vuelva sobre su misión evangélica, desde los supremos valores de la paz, la convivencia, la pobreza, la compasión, la misericordia, la caridad y el amor.
Pero el celoso ejercicio pastoral puede llevar a los papas a errar en su estrategia por conseguir que el mundo se atenga al orden definido por Dios, tal cual erró nuestro Santo Padre Francisco, cuando el 5 de septiembre de 2013, orientado por un inocente e ingenuo Pacifismo, instó a los líderes del G-20, a acabar con la "inútil búsqueda de una solución militar en Siria", solicitud en la que tuvo éxito, siendo quizás determinante en la No Intervención Militar de la OTÁN, la cual sí intervino militarmente en Libia, librando al Pueblo Libio y al Mundo, del terrible Dictador Muammar el Gadafi. Pero ya vemos los terribles costes de esa no intervención, ante una tragedia humanitaria de proporciones inconmensurables, y Europa, al no intervenir, se ve ahora superada por la inmensa ola de refugiados que llegan a los países de la Unión Europea, especialmente a Alemania. Si la Unión Europea y la OTÁN hubieran intervenido militarmente tan pronto se hizo necesario, tras el cierre represivo y totalitario del Régimen Sirio ante los vientos democráticos de la Primavera Árabe, le habrían ahorrado a Siria los cientos de miles de muertos, la destrucción del país, la interesada Intervención de Rusia (cómplice y aliada del Régimen Dictatorial de Bashar al-Asad), de la chiíta, belicista y fundamentalista Irán (que a su vez interviene en Siria a través del grupo terrorista Hezbolá) y de Turquía (paradójicamente miembro de la OTÁN, y que hoy se sirve cínicamente de la crisis siria para reprimir y atacar al Pueblo Kurdo), y el terrible auge del Terrorista y Fundamentalista Estado Islámico, que reprime a Musulmanes, particularmente a los chiítas, a las minorías católicas bimilenarias de Siria e Irak, y a minorías religiosas incluso más antiguas como los yazidíes. De modo que las buenas intenciones del papa Francisco, y de muchos Pacifistas que como él se oponen al Intervencionismo Militar, aun cuando éste se hace necesario, terminan consiguiendo un efecto contrario al que de muy buena fe buscan. Mientras tanto, Rusia y China, por intereses geopolíticos, han vetado todo intento por conseguir una solución a la crisis siria en el Consejo de Seguridad de la ONU, amenazando ellas mismas la paz y la estabilidad global, amenaza tanto mayor, por cuanto Rusia está en manos del autocrático Vladimir Putin, y China es una Dictadura Comunista, y ambos Estados parecen tener una peligrosa sed expansionista.
El primer y gran responsable de la tragedia del Pueblo Sirio es su Sanguinario Dictador Bashar al-Asad, quien hábilmente, tras oponerse a la Primavera Árabe que se inició en 2011, cuando ésta llegó a Siria, procedió a liberar a terroristas yihadistas, con el fin de disuadir a las potencias de apoyar con armas a la oposición moderada y democrática. Y gracias a él, en Siria ha tomado fuerza el Terrorista y Sanguinario Estado Islámico, también favorecido por al-Asad, con tal de debilitar a la oposición moderada y democrática, de suerte que el pueblo Sirio se encuentra entre la espada y la pared, al soportar, de un lado, las prácticas terroristas y sanguinarias practicadas por la Dictadura de al-Asad, y de otro, las practicadas por el terrorista, fundamentalista e islamofascista Estado Islámico.
La dolorosa suerte del Pueblo Sirio es análoga a la corrida por Irak, que viene sufriendo la sangrienta opresión por parte del Estado Islámico, tras la prematura retirada de las Fuerzas Militares de Estados Unidos, por decisión del entonces presidente Barak Obama, quien después del Dictador Sirio, es el segundo gran responsable de la sanguinaria tragedia padecida por el pueblo Sirio, y el primer responsable del recrudecimiento de la violencia terrorista en Irak por parte del Estado Islámico, pues su pasividad y tolerancia frente a grupos terroristas como éste, y frente a regímenes genocidas como el sirio, presidido por su opresivo dictador Bashar al-Asad, ha permitido que la Guerra Civil Siria se prolongue por ya seis (6) largos y cruentos años, haciendo al mundo y a Europa más inseguros, y ha conseguido que se produzcan cientos de miles de muertos y millones de refugiados, generando una crisis humanitaria cuyos efectos se prolongarán por muchos años o quizá decenios en el tiempo.
En todo caso, que el papa Francisco incurra en un pacifismo ingenuo es ciertamente comprensible, por ser él un embajador natural de la paz mundial, pero que en él incurra el presidente de una potencia militar que lidera el mundo libre y democrático, es simplemente intolerable. Creo, pues, que gracias a Barak Obama el mundo verá correr mucha más sangre que bajo las dos (2) presidencias de George Bush hijo.
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